Bajo el lema ESPERANZA: ¿quién cambiará el rumbo?, la edición 2024 del festival de artes mediales Ars Electronica 2024 propuso una reflexión crítica sobre estas tensiones, abriendo espacio para preguntas incómodas que van más allá de la fascinación por los avances tecnológicos.
Desde su fundación en 1979, Ars Electronica se ha consolidado como un laboratorio de experimentación donde arte, tecnología y sociedad convergen para entrar en fricción. Entre el 4 y 8 de septiembre pasados, dieciocho espacios de la ciudad austríaca de Linz se transformaron en un campo de prueba para explorar cómo las herramientas digitales no solo reflejan nuestras prioridades como sociedad, sino que también las moldean activamente.
Más de 112.000 visitantes, 1.260 participantes de 67 países y casi 500 eventos configuraron un programa tan diverso como ambicioso. Sin embargo, detrás de estas cifras subyace una pregunta fundamental: ¿cómo podemos enfrentar las promesas y los peligros de un futuro altamente tecnificado sin caer en el optimismo ingenuo ni en el cinismo paralizante?
Uno de los ejes discursivos más potentes del festival fue su crítica al supuesto determinismo tecnológico. En el simposio temático Reclamar, Reaprender, Resistir, se debatió la urgencia de construir marcos éticos que no solo regulen el desarrollo tecnológico, sino que prioricen valores como la transparencia, la equidad y la sostenibilidad. En este contexto, la esperanza, como tema central del festival, no puede limitarse a un gesto simbólico: debe convertirse en una confrontación activa con las estructuras de poder que configuran nuestro presente y restringen nuestro futuro.
Uno de los ejemplos más evidentes de cómo la tecnología y sus estructuras de poder configuran el presente es la influencia de figuras como Elon Musk y Donald Trump en la política contemporánea. Musk, a través de su control de plataformas como X (antes Twitter), ha redefinido los espacios de debate público, desplazando la moderación tradicional en nombre de una supuesta «libertad de expresión», que en la práctica ha servido para amplificar discursos extremistas y desinformación.
Trump ha capitalizado estas dinámicas, utilizando las redes sociales y la inteligencia artificial para consolidar una base de seguidores leales y desafiar los límites de la verdad en el discurso político. Ambos representan una convergencia peligrosa entre el poder tecnológico y el político: mientras uno privatiza la infraestructura del discurso público, el otro la instrumentaliza para erosionar las instituciones democráticas. En este contexto, la esperanza no solo debe ser una crítica a la tecnocracia, sino una lucha por recuperar la autonomía ciudadana en la esfera digital.
LA REVOLUCIÓN DE LA IA Y SUS TENSIONES EN EL ARTE
En el marco de las innovaciones tecnológicas presentadas en Ars Electronica, la inteligencia artificial emergió como un tema transversal que no solo invita a imaginar futuros posibles, sino que también pone en cuestión los límites éticos, sociales y creativos del presente.
“Me pareció muy valioso que en esta edición de Ars Electronica la IA fuera la protagonista sin caer en visiones utópicas. Asimismo, fue muy interesante ver cómo las diferentes propuestas mostraron de maneras diversas la transformación inevitable que está ocurriendo en la industria cultural y creativa, y la necesidad de adaptación que ello implica”, nos comenta Andrés Moreno Hoffmann, artista, fundador y director artístico de Casa Hoffmann, en Bogotá, quien integró la delegación sudamericana de ProHelvetia Sudamérica para Ars Electronica.
¿Qué se necesita para aprovechar plenamente el potencial de la IA en el ámbito artístico? Más que una cuestión técnica, esta interrogante revela el sesgo antropocéntrico que domina las narrativas actuales sobre la inteligencia artificial: nuestra tendencia a interpretar sus capacidades y aplicaciones exclusivamente desde una perspectiva humana. En el arte, este sesgo no solo redefine cómo valoramos las obras, sino que también plantea preguntas sobre quién tiene derecho a crearlas y poseerlas.
La controversia en torno a la subasta de arte con IA en Christie’s demuestra que este debate no es solo estético o filosófico, sino profundamente político y económico. En una carta abierta, más de 4.000 artistas han exigido la cancelación de la subasta, programada del 20 de febrero al 5 de marzo, argumentando que muchas de las obras fueron creadas con modelos de IA entrenados sin permiso en imágenes protegidas por derechos de autor.
Los firmantes acusan a la casa de subastas de fomentar la explotación de artistas y legitimar prácticas poco éticas en el desarrollo de la inteligencia artificial. Esta polémica surge en un contexto más amplio de discusión sobre la regulación de la IA, como lo demuestra la reciente cumbre internacional en París, donde EE.UU. y el Reino Unido se negaron a firmar un acuerdo para su desarrollo ético.
El conflicto trasciende la subasta y señala un problema estructural: la apropiación de obras sin consentimiento para entrenar modelos generativos, replicando dinámicas de extractivismo digital que benefician a corporaciones tecnológicas y actores del mercado del arte en detrimento de los creadores.
La cuestión no es si la IA puede ser una herramienta artística legítima, sino bajo qué condiciones éticas y económicas se implementa. Si el arte ha sido históricamente un territorio de disputa sobre autoría y valor, la llegada de la inteligencia artificial intensifica esta tensión, obligándonos a preguntarnos si estamos presenciando una democratización de la creación o una nueva fase de desposesión cultural disfrazada de innovación.
En Ars Electronica, diversos conversatorios y proyectos abordaron estas cuestiones, explorando no solo los conflictos sobre propiedad intelectual y los cambios en los modelos de negocio del arte, sino también las transformaciones más profundas que implica la IA. Más allá de su capacidad para generar imágenes, escribir textos o imitar estilos, la IA plantea una crisis de imaginación: ¿puede la creatividad ser programada? ¿Estamos preparados para asumir esta nueva forma de agencia no humana o simplemente buscamos reafirmar nuestra supremacía en un sistema que, cada vez más, deja de pertenecernos por completo?
EL LABERINTO DE LA ESPERANZA
El núcleo conceptual del festival fue la exposición ESPERANZA: el toque de muchos, presentada en el búnker de POSTCITY, una estructura subterránea cuya arquitectura, similar a una catacumba, intensificó el carácter inquietante de las 24 propuestas allí reunidas. Concebida como un recorrido físico y metafórico, la muestra abordó los límites de nuestra relación con el poder, la colaboración y la acción colectiva.
Dividida en tres capítulos —Enredos del saber, Percibir el entorno y Ecologías de la acción, además de un Epílogo—, la exposición propuso una narrativa crítica que cuestionaba la tecnología como solución universal. Lejos de celebrar la innovación por sí misma, las obras expuestas indagaron en los conflictos éticos y políticos que emergen de su implementación.
Entre las propuestas destacó AI and the Art of Historical Reinterpretation, de Claudia Larcher (Austria), que desafía el uso de la inteligencia artificial para perpetuar narrativas históricas sesgadas. La obra, galardonada con una mención honrosa en el Premio a la Humanidad Digital del Ministerio Federal de Asuntos Europeos e Internacionales de Austria, aborda la eliminación de prejuicios de género en conjuntos de datos históricos y sugiere que las tecnologías de IA pueden reinterpretar la historia de manera inclusiva, corrigiendo lagunas en los registros oficiales.
¿Cómo percibimos y nos relacionamos con la naturaleza de manera consciente? Una posible respuesta emerge en Cascade, de Marc Vilanova (España), una instalación multisensorial que transforma las frecuencias infrasónicas de las cascadas en luz y vibración para hacer tangibles los aspectos invisibles de la naturaleza. Estas frecuencias, esenciales para la navegación de aves migratorias, están cada vez más amenazadas por la contaminación acústica y las fuentes artificiales de infrasonidos generadas por la industrialización.
A través de esta experiencia táctil y visual, que permite «ver» el sonido y sentir las vibraciones en la piel, Cascade no solo pone en cuestión los límites sensoriales humanos, sino que expone el impacto de la industrialización en los ecosistemas y nuestra relación inherente con todas las formas de vida.
En All Directions at Once, la artista brasileña Luiza Prado de O. Martins ofrece un ensayo gráfico animado que encuentra su fuerza en la intersección entre historia, resistencia y cuerpo. Prado traza un mapa de narrativas sobre el control reproductivo a través de la trayectoria del ayoowiri, o flor del pavo real, una planta tropical utilizada por comunidades indígenas y africanas como anticonceptivo y abortivo durante la colonización europea. Esta práctica es interpretada por la artista como una forma de resistencia radical frente a la opresión colonial.
Por su parte, la obra Mitos antropofágicos, biopiratería y ópera en la Amazonía, de Klaus Spiess y Emanuel Gollob (Austria), se vale de un cilindro microbiano que distorsiona la ópera de Caruso con las vibraciones de microbios, para criticar cómo la tecnología ha servido históricamente como herramienta de dominación sobre la naturaleza y las culturas no occidentales. Desde una perspectiva poscolonial, la obra explora cómo la resistencia biológica de los ecosistemas desafía y transforma la supuesta pureza de la tecnología.
CIFO X PRIX ARS ELECTRONICA
Uno de los pilares del festival, la exposición Prix Ars Electronica, tuvo como sede el Lentos Kunstmuseum. La muestra incluyó propuestas destacadas de las categorías New Animation Art e Interactive Art +, además del proyecto ganador del primer AI in Art Award, un reconocimiento que marca el inicio de una nueva era en la intersección entre inteligencia artificial y creatividad.
La colaboración con la Fundación de Arte Cisneros Fontanals (CIFO), a través de los CIFO x Prix Ars Electronica, aportó a la presencia latinoamericana del festival con los proyectos de Federico Gloriani (Argentina) y del colectivo Sonandes (Bolivia) enfocados en temas de gran urgencia a nivel global, como el reciclaje tecnológico y el impacto ambiental del extractivismo.
El proyecto de Federico Gloriani, Mutualidad de Fantasmática Electrónica -desarrollado en Rosario, Argentina- consiste en transformar dispositivos electrónicos desechados en herramientas visuales y tecnológicas, a fin de exponer la urgencia de replantear nuestra relación con la obsolescencia programada e imaginar futuros sostenibles.
Por su parte, Triangle of Sacrifice del colectivo Sonandes (Guely Morató Loredo y Víctor Mazón Gardoqui) aborda las consecuencias ambientales de la extracción de litio en el Triángulo del Litio (Bolivia, Argentina y Chile). A través de esculturas minerales y un sistema de goteo de agua salina, la instalación simboliza el daño ambiental y cuestiona el “capitalismo verde”, exponiendo la ética de una transición energética que sacrifica ecosistemas en nombre de la sostenibilidad.
CHILE EN ARS ELECTRONICA
Chile regresó a Ars Electronica con nuevas propuestas artísticas gracias a su colaboración continua con el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y el Ministerio de Relaciones Exteriores. Los proyectos Iron 56 de Carlos Sfeir Vottero y Useful Simulations de María Ignacia Maldonado Sánchez, seleccionados mediante una convocatoria abierta, se caracterizaron por su enfoque interdisciplinario y su habilidad para conectar las grandes inquietudes del festival con una sensibilidad que entrelaza arte, ciencia y tecnología.
Iron 56 es una instalación cinética que combina arte y ciencia para investigar las fuerzas fundamentales que estructuran el universo. A través de brújulas móviles que responden a los campos magnético y gravitacional de la Tierra, la obra de Carlos Sfeir Vottero invitaba a los espectadores a reorientarse hacia “nuevos polos de esperanza”. Su enfoque sensorial y poético transforma conceptos científicos complejos en una experiencia que conecta al público con las energías naturales invisibles.
Useful Simulations de María Ignacia Maldonado Sánchez es una instalación audiovisual basada en inteligencia artificial que reflexiona sobre la relación entre humanos y máquinas. A través de un diálogo performativo con ChatGPT, la obra construye una narrativa sobre vida, muerte e identidad, mientras genera un “nuevo cuerpo” digital que desafía las nociones tradicionales de humanidad. La propuesta invita a cuestionar los límites de lo humano y a meditar sobre el impacto de la tecnología en nuestra existencia y en la construcción de la identidad en un mundo cada vez más híbrido.
Chile también fue noticia en Ars Electronica 2024 con la obra No se van los que se aman del colectivo Matar a un Panda (Carla Redlich y Jean Didier Larrabure), que recibió una Mención Honrosa en la categoría Nuevo Arte de Animación. Aunque Chile tiene un convenio de colaboración con el festival desde hace siete años, esta obra fue seleccionada fuera de dicho marco y se convirtió en el único proyecto latinoamericano reconocido en esta categoría, entre 2.950 postulaciones de 95 países.
La obra, creada para conmemorar los 50 años del golpe militar en Chile, utiliza nuevos medios tecnológicos para narrar la experiencia de los más de 1.200 prisioneros políticos en el campo de concentración de Chacabuco entre 1973 y 1975. El jurado destacó su enfoque en coreografías de cuerpos proyectados y registros audiovisuales de la arquitectura abandonada de Chacabuco para exponer la brutalidad de la opresión política bajo la dictadura de Pinochet y su impacto en las generaciones posteriores.
¿Y AHORA QUÉ?
En un mundo donde las narrativas digitales suelen estar controladas por intereses corporativos y gubernamentales, Ars Electronica 2024 iluminó el poder del arte como una forma de resistencia y reinvención. Las propuestas presentadas en el festival evidencian que, a pesar de la creciente hegemonía de las plataformas tecnológicas globales, aún existen espacios donde la creatividad y la crítica pueden ofrecer alternativas a la narrativa dominante. No obstante, también quedó claro que el impacto de estas intervenciones sigue siendo limitado frente al alcance masivo y las dinámicas de poder que definen la era digital.
En última instancia, Ars Electronica 2024 no ofreció respuestas fáciles ni visiones utópicas del futuro. Lo que sí dejó en evidencia es que la tecnología no es neutra y que el cambio, si es que es posible, demandará un compromiso activo, crítico y radicalmente inclusivo. Frente al laberinto de desafíos que caracterizan nuestra época, la esperanza tal vez no sea un destino alcanzable, sino un proceso continuo de imaginar, cuestionar y actuar.