Todo régimen totalitario se construye y sostiene poniendo en práctica tecnologías de dominación y control social. Estas tecnologías van a operar en al menos tres estratos o dimensiones que construyen y moldean un orden social donde el poder se perpetúa.
Un primer estrato tiene que ver con una doble forma de control. Por un lado, la producción de perversas y coercitivas formas de complicidad-empatía con el sistema y, por otro lado, la generalización de formas de represión, castigo y muerte. Para que el régimen totalitario se consolide y opere en el seno de una sociedad debe establecer una poliédrica y precisa ingeniería de captación, silenciamiento, disciplinamiento, destrucción y muerte.
Asimismo, el poder totalitario se afirma y extiende promoviendo el individualismo, embistiendo contra la esfera social, como contra todo espacio común o colectivo, debilitando paulatinamente o eliminando directamente el tejido socio-político y comunitario, mientras extermina o «reeduca» cualquier disidencia.
Al mismo tiempo, el poder totalitario se ampara de las propias estructuras del Estado ejerciendo un control unívoco y absoluto de las mismas. Instituciones como juzgados, cárceles, presidios, pero también escuelas, iglesias, asilos u hospitales psiquiátricos se vuelven instrumentos de ese poder.
A estos se suman otras estructuras como campos de trabajo forzado o esclavo, campos de concentración y exterminio, paredones y fosas comunes, cuarteles policiales y militares, que constituyen espacios de represión contra la diferencia política, religiosa, racial o sexual.
Un tercer estrato se manifiesta en el despliegue y la movilización de formas simbólicas tanto en la producción de monumentos y el vaciamiento de políticas culturales como en la producción de todo tipo de significantes que apuntan a generar una suerte de consenso -o al menos un silencioso pacto- de validación o tolerancia social del régimen, pero también de celebración del mismo.
Estos estratos se conjugan y operan simultáneamente. Sus consecuencias y alcances perviven más allá del propio tiempo de ejercicio de ese poder. Es decir, sus trazos, sus huellas materiales e inmateriales siguen presentes en las generaciones que suceden. Entonces, ¿cómo se transforma una sociedad bajo un régimen totalitario? ¿Cuáles son las huellas materiales e inmateriales que imprime en toda sociedad? ¿Cómo la práctica artística se ampara, da cuenta de ello?
Estas preguntas conforman el sustrato de la exposición Bosques de memoria, comisariada por Mabel Tapia y Mira Bernabeu, centrada particularmente en el franquismo, aunque no exclusivamente. Presenta un conjunto de trabajos artísticos que, de formas muy diversas, abordan, en sentido amplio, los modos de operar de regímenes totalitarios.
Así, la exposición indaga en cómo la práctica artística, desde sus herramientas específicas, se ampara, visibiliza, asume tantas veces el rol de testigo, tantas el rol de constatar, de dar cuenta, de reinstalar en la esfera pública cuestionamientos y traumas, como modos de compartir y de subsanar. En fin, se pregunta cómo, desde el arte, se aporta una reflexión sobre las diferentes dimensiones de las tecnologías de control social.
La muestra presenta experiencias concretas y situadas en el franquismo como referencia histórica local. Sin embargo, se proponen también algunos trabajos de otros contextos dictatoriales que parecen dar cuenta de una matriz metodológica común. Al mismo tiempo, se presentan materiales documentales en un diálogo estético y político con las obras. Si el eje central de la exposición está basado en las formas de control del poder totalitario, como contrapunto se suman obras que evidencian o se posicionan como formas de resistencia.
En la exposición se presentan obras de 21 artistas contemporáneos/as, con importante representación del arte vasco, y piezas pertenecientes a tres archivos: Archivo de los Benedictinos de Lazkao, Archivo C.A.D.A. de Chile y Archivo Tucumán Arde de Argentina.
También se han incluido algunos fotolibros de la colección de Gabriela Cendoya que custodia el museo.
La exposición Bosques de memoria se podrá visitar del 22 de febrero al 11 de mayo de 2025 en el Museo San Telmo, Donostia-San Sebastián, Gipuzkoa, Euskadi-País Vasco.
Con obras de Taxio Ardanaz (Iruña, 1978), Jone Loizaga (Bilbao, 1983), María Rosa Aránega (Almería, 1995), Clemente Bernad (Iruña, 1963), Alán Carrasco (Burgos, 1986), María Amparo Gomar Vidal (Valencia, 1983), Patricia Gómez y María Jesús González (Valencia, 1978), Iñaki Gracenea (Hondarribia, 1972), Miriam Isasi (Gasteiz, 1981), Concha Jerez (Las Palmas, 1941), Anna López-Luna (Barcelona, 1983), Amaia Molinet (Lodosa, 1988), Ana Teresa Ortega (Alicante, 1952), Juan Pérez (Donostia, 1962), Cristina Piffer (Buenos Aires, 1953), Paloma Polo (Madrid, 1983), Pere Portabella (Figueras, 1927), Txuspo Poyo (Altsasu, 1963), Paula Valero (Valencia, 1976), Hugo Vidal (Buenos Aires, 1956), Archivo Benedictinos de Lazkano (Lazkao, 2011), Archivo C.A.D.A. (Chile, 1979 – 1985), Archivo Tucumán Arde (Argentina, 1942).
Artículo publicado originalmente en Artishock.