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Reseña / 26 Feb — 2021

Camila Ramírez Gajardo

Por una asociación revolucionaria

Por Luisa Fernanda Lindo

«Por una asociación revolucionaria» está compuesta por nueve imágenes GIF trabajadas a partir de la síntesis de afiches de propaganda política de la década del 70. Si bien el afiche tiene como finalidad la difusión de un mensaje, al descomponer sus partes, Camila Ramírez Gajardo (Antofagasta, Chile, 1988) rompe con su función como instrumento de propaganda y se vale de sus elementos simbólicos para intervenirlos, animarlos y presentarlos como GIF.

La utopía deja de ser utopía cuando el deseo se hace realidad. Así lo ha demostrado la revuelta en Chile que inició en 2019 y cuya constante lucha ciudadana –apenas interrumpida por la pandemia– dio como resultado la aprobación del 78% de la ciudadanía para el cambio de Constitución, a través del Plebiscito Nacional 2020, que pondrá fin a la instaurada en 1980 durante la dictadura pinochetista y abrirá un nuevo camino. Como también lo ha demostrado el movimiento feminista en Argentina en su lucha tenaz para la legalización del aborto, cuyo logro es un precedente para los países de la región. O la juventud peruana que se organizó vía redes y salió a las calles durante una semana a defender la democracia en contra del gobierno ilegítimo de Merino y su gabinete en noviembre del 2020.

Por una asociación revolucionaria está compuesta por nueve imágenes GIF trabajadas a partir de la síntesis de afiches de propaganda política de la década del 70. Si bien el afiche tiene como finalidad la difusión de un mensaje, al descomponer sus partes, Camila Ramírez Gajardo (Antofagasta, Chile, 1988) rompe con su función como instrumento de propaganda y se vale de sus elementos simbólicos para intervenirlos, animarlos y presentarlos como GIF. La posibilidad de comunicar se mantiene a través del símbolo y la pared o muro donde se fijan es reemplazada por el feed de la plataforma de Instagram de Suero. La repetición del movimiento posibilita una lectura otra al de las imágenes originales, dificultando reconocer un avance o retroceso en ellas. Y es que, el movimiento en loop puede abrir interrogantes acerca de la continuidad y la posibilidad de cambio y/o progresión, tanto a nivel material como simbólico. De hecho, hay algo en la constancia del movimiento que conlleva a pensar en las transformaciones de las estructuras del poder.

Siguiendo la línea de trabajos anteriores, Ramírez Gajardo recurre al juego para problematizar discursos o ideologías que responden a una nostalgia socialista que se pone en duda, como la misma noción del proyecto. De esta manera, desenmascara el deseo realizable contrapuesto a la promesa incumplida, recordándonos que la utopía deja de serlo cuando se hace realidad.

El juego se pone de manifiesto en la repetición continua de la imagen sin fin, mientras que lo colectivo se hace presente en las subcapas que cargan las imágenes, pues el juego en sí mismo exige participación. Como menciona Gadamer, el juego es un hacer comunicativo que desconoce la distancia entre el que juega y el que mira el juego; sin embargo, el espectador es más que un observador que contempla lo que ocurre ante él puesto que participa en el juego y es parte del mismo (Gadamer, 1991).

Así, es posible leer la sucesión de los días y el trabajo permanente en un círculo rojo que emerge y se sumerge en un horizonte rosa, mientras que una pala se mantiene fija en el cuadro. O cómo el crecimiento de la industria no permite ver más el cielo, contaminado por los pasivos ambientales. O la lucha de los estudiantes cuyos puños en alto señalan con el índice una fractura. O la silueta del perfil de Allende, que en su desplazamiento sugiere una bandera teñida de rojo.

Asimismo, resaltan dos piezas en las que la artista ha conservado el elemento textual para intervenirlo. En el primero presenta la frase <<Darle duro a la producción>>, acompañada de un trabajador que –de hecho– le da duro a la oración con una comba. En el segundo, <<Cobre Chileno>>, se produce un desplazamiento del adjetivo gentilicio ‘chileno’, el cual la artista segmenta en dos partes: ‘chile’ y ‘no’. El sustantivo ‘chile’ se mantiene fijo, mientras que el adverbio de negación ‘no’ se desplaza de manera descendente hasta desaparecer. El cobre deja de significar al metal del cual Chile es el primer productor mundial y se vuelca un imperativo: ‘cobre’. Este desplazamiento rompe con la pertenencia y se vuelca una orden o imposición que exige al espectador no solo a reconstruir parte de la historia chilena, sino a cuestionar quiénes son los dueños de la tierra.

Más allá de la mirada nostálgica hacia el socialismo, las piezas de Camila Ramírez Gajardo exponen las tensiones y contradicciones de un período particular y, a través del juego, nos repiten (en loop) que lo único constante es el movimiento.

Puedes ver los GIF aquí.