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Reseña / 14 Mar — 2021

Catalina González

Zonas Crepusculares

Por Luisa Fernanda Lindo

A partir de la recopilación de paisajes industriales, la artista chilena Catalina González devela el artificio que se halla detrás de un modelo de país. Zonas crepusculares comprende nueve videos que –a manera de collage– se presentan como portales a una realidad otra en donde la naturaleza domesticada se halla en cautiverio, cobijada bajo grandes urnas de vidrio y luz artificial que simula el ciclo del día. Y es que la posibilidad del paisaje que evidencia la artista son construcciones creadas a partir de la especulación económica que responde, principalmente, a la industria agrícola y naviera.

La aparente ausencia de vida humana acentúa la artificialidad del paisaje y la falta de ritualidad propia del capitalismo, que contrasta con la realidad manifiesta en diferentes puestas de sol que González fue capturando a lo largo del tiempo, como un ejercicio romántico, y que inserta posteriormente en el collage de imágenes como visos de realidad. Así, la repetición de esta acción se manifiesta como un ritual que reposiciona al sol en su valor simbólico como máxima divinidad, propio de diversas culturas ancestrales, alejado del espacio como interfaz.

Catalina González vinculará la pérdida de ritualidad con una caída, la cual la conducirá al concepto de vacío y este –a su vez– a la falta de verdad entre tanta hiperrealidad.

En la serie de videos las zonas crepusculares se presentan como un portal –remitiendo a la concepción de umbral de la cultura Aymara– que conecta, principalmente, el mundo de arriba y el mundo de abajo. Por ello, la artista buscará responder a la falta de verdad mediante una acción performática que se irá filtrando en la serie de videos como un anuncio.

El gesto de González consiste en recorrer estos paisajes industriales, capturar su luz y reproducirla en el espacio íntimo del taller donde una serie de elementos –dispuestos a manera de ofrenda– son manipulados por la artista en un ritual que busca activar el umbral como nodo simbólico, creando un puente entre el individuo y la sociedad. De esta manera, el acto performático conecta lo espiritual con la representación del paisaje artificial.

Con el afán de subrayar la condición de constructo, el sol no solo aparece como verdad, sino que la artista se vale de su sonido –captado por la NASA a través de sus ondas y vibraciones– como parte del collage de imágenes. Se trata de un sonido construido a partir de datos capturados por la Agencia Espacial Europea (ESA) y el Solar and Heliospheric Observatory (SOHO). Una imagen sonora se acopla al collage de imágenes visuales que componen los videos. De esta manera, lo doblemente artificial confronta los sentidos de quien entra en contacto con estas piezas audiovisuales.

Zonas crepusculares exhibe el paisaje contemporáneo desde la artificialidad de las ideas desarrollistas que buscan el control de la sociedad y de la propia naturaleza, en contraste con las posibilidades de conectar con lo espiritual a través del ritual.