Labor presenta No hay paraíso sin serpientes, la primera exposición individual en la Ciudad de México de Claudia Gutiérrez Marfull (Santiago, 1987). La muestra viene a completar un proyecto doble, cuya primera parte –No hay cielo sin nubes– acaba de ser presentada por la galería AFA, y con la que fue elegida mejor artista emergente en el marco de la última edición de Gallery Weekend Santiago.
El uso del refranero para titular sus exposiciones ya indica la voluntad de la artista de huir del arte como institución y de reivindicar lo relegado, lo desdeñado, lo tenido por secundario o lo desechado y, al mismo tiempo, la sencillez de lo popular, la manualidad que huye del dictado tecno-industrial, la alegría y la belleza. “No hay cielo sin nubes, ni paraíso sin serpientes” hace referencia a la inexistencia de la felicidad completa, a que todo conlleva tanto alegría como tristeza.
Esta exposición se constituye a partir de la representación, por medio de la técnica del bordado y del textil, del paisaje de las periferias, zonas desatendidas por los poderes y que los medios de comunicación solo visibilizan para marcarlas con el estigma de la marginalidad y la violencia, sin tener en cuenta que sus gentes son las que permiten con su trabajo la riqueza del centro urbano, paliando su precariedad mediante el tejido de generosas redes de solidaridad.
Tejer es juntar, cruzar hilos, entremezclar, entrelazar. Claudia Gutiérrez reivindica el bordado como tejido de significados y como materialidad. El bordado era una actividad de la mujer relegada al ámbito doméstico. Sin embargo, la historia más reciente del bordado en Chile adquiere un carácter de protesta y denuncia política. En 1962, Violeta Parra (poeta, cantante y artista) produjo una serie de arpilleras que reflejaban su preocupación por la situación socio-política de aquel momento, marcada particularmente por la crisis de los misiles de Cuba y la celebración del Concilio Vaticano II, y por su lucha por rescatar la cultura mapuche (con las ceremonias mágicas de las pequeñas tejedoras) y abogar por una América Latina unida.
En 1964 dio a conocer mundialmente esta tradición con su exposición en el Louvre, Tapices de Violeta Parra, donde por medio de 22 arpilleras mostraba que los colores vivos, alegres y llamativos relataban en realidad un contexto social triste y desolador. No fue la única en subvertir el bordado como mera tarea doméstica femenina. Las Arpilleristas Lo Hermida, tras el golpe militar de 1973 y ante la necesidad de muchas familias de contar con un ingreso, realizaron talleres para que las mujeres tuvieran un sustento a través del bordado. Las mujeres comenzaron a bordar escenas de los relatos ignorados por los medios oficiales, plasmando historias sobre la represión, la destrucción y la brutalidad de la dictadura pinochetista. De esta manera, la acción de juntarse para confeccionar las arpilleras se transformó en una catarsis emocional.
Igualmente, Claudia Gutiérrez Marfull, nacida en la periferia de Santiago, en Puente Alto, proviene de una familia de mujeres que han trabajado con el textil, convirtiéndolo en una constante en su vida y entorno cultural, pero que ella trasciende. La artista borda escenas y situaciones de una belleza que perturba y que no se suelen plasmar con este tipo de técnica y materialidad; en particular, situaciones que se viven en las calles de algunas de las zonas más vulnerables de Chile, grafitis y paisajes de la ruina post-urbana. A pesar de que estas imágenes responden al contexto nacional, los conflictos que representan son universalmente reconocibles, señalando lugares abandonados por el Estado y ciudadanos exiliados de su ciudadanía.
CLAUDIA GUTIÉRREZ MARFULL: NO HAY PARAÍSO SIN SERPIENTES
Labor, Gral. Francisco Ramírez 5, Ampliación Daniel Garza, Miguel Hidalgo, Ciudad de México
Del 18 de noviembre de 2021 al 13 de enero de 2022