La obra de Consuelo Walker establece un diálogo íntimo entre el cuerpo, el espacio y la memoria, donde la luz y el movimiento se convierten en los vehículos centrales para explorar la relación entre la presencia física y la ausencia. Walker nos enfrenta a la paradoja del tacto en un mundo donde el contacto físico ha sido reemplazado, cada vez más, por la virtualidad. Mediante el uso de elementos sutiles, pero cargados de simbolismo, la artista interroga la fragilidad de nuestras conexiones humanas y nos invita a reflexionar sobre el papel del cuerpo en esta nueva dinámica.
Las obras se caracterizan por su capacidad de integrar la luz, el movimiento y materiales de connotaciones domésticas, elevándolos a un nivel donde lo cotidiano se transforma en un terreno de exploración sensorial. Las referencias a prácticas como la costura o el bordado evocan un pasado íntimo, familiar, que se reconfigura en sus instalaciones a través de la acumulación y la recontextualización. La artista no solo nos conecta con memorias individuales y colectivas, sino que nos obliga a cuestionar cómo estas prácticas, vinculadas históricamente al espacio privado y al mundo femenino, se ven hoy desafiadas por la distancia emocional y física que impone el presente.
Las obras que componen la exposición, aunque evocan lo táctil, permanecen fuera del alcance del espectador, a diferencias de sus obras anteriores. La artista juega con la contradicción entre la invitación implícita de sus materiales y la imposibilidad de interactuar con ellos, creando una tensión que resuena con las experiencias de desconexión en la era digital.
El uso del movimiento en algunas de las obras añade otra capa significativa a su trabajo. Los mecanismos sutiles que activan ciertas piezas crean una experiencia que involucra no solo la vista, sino también el sonido y la sensación de lo efímero. Las obras se presentan como entidades vivas, en un estado de constante transformación, recordándonos que el tiempo y el cambio son elementos esenciales en la percepción y la interacción humana. La artista invita a reflexionar sobre cómo el cuerpo y la tecnología se entrelazan en nuestra contemporaneidad. En un tiempo en el que la virtualidad ha sustituido en gran parte al contacto físico, su obra nos devuelve a la necesidad de conexión, aunque sea a través de la distancia y la contemplación.
Tangibly Longing es una exposición de reflexión sobre la condición humana en el siglo XXI. A través de la luz, el movimiento y la memoria de lo cotidiano, Walker nos confronta con la paradoja del deseo y la inaccesibilidad, recordándonos que, aunque el contacto se haya vuelto esquivo, sigue siendo un anhelo profundo en la construcción de nuestras relaciones y nuestra identidad.