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Reseña / 19 Mar — 2022

Enrique Ramírez

Cámara Lúcida

Observé que una foto puede ser objeto de tres prácticas (o de tres emociones, o de tres intenciones): hacer, experimentar, mirar.

Roland Barthes

¿Por qué mientras intentamos ver más lejos y más profundo, más desconocemos? A partir de una video instalación y composiciones sonoras, Enrique Ramírez propone una exploración poética que comienza en el observatorio La Silla. Su exposición Cámara Lúcida, en una cita libre a Roland Barthes, enfatiza en los paisajes creados por lo macro y lo micro, incluso dentro de nuestros cuerpos, así como en el enfoque político con el que observamos el territorio. ¿Cómo entendemos el mundo mirando lo micro y lo macro? ¿Qué nos dice el mundo de nosotros mismos? ¿Qué le decimos nosotros al mundo?

La muestra, que se presenta en el Centro Cultural de España en Santiago hasta el 19 de marzo como parte del programa Qoyllur en el Observatorio Astronómico de La Silla – ESO, va acompañada de un texto del científico y teórico en nuevos medios peruano, José-Carlos Mariátegui, que compartimos a continuación.

CÁMARA LÚCIDA

Por José-Carlos Mariátegui

El escritor y físico Ernesto Sabato decía que “la ciencia no es poderosa a pesar de su abstracción sino justamente por ella”. Y es que la ciencia es un término que actúa como un aglutinador para representar acciones vinculadas con la búsqueda de la verdad y se expande en una diversidad de disciplinas. Cámara Lúcida de Enrique Ramírez apela al reconocido libro de Roland Barthes que relata los efectos de la fotografía en el espectador y cómo esta actúa sobre el cuerpo y sobre la mente. Como en el caso de la ciencia, la imagen carece de unidad ontológica, lo que permite expandir sus interpretaciones y generar confluencias que a prima facie parecerían imposibles.

La obra explora las confluencias y disensos entre imágenes científicas, naturales y sociales. Por un lado, hace una exploración audiovisual de la zona del observatorio astronómico de La Silla – ESO, situado a 2.400 metros de altura en el desierto de Atacama y considerado uno de los mejores lugares del mundo para observar las estrellas con una nitidez absorbente. La zona, que a toda vista parece silenciosa e inhóspita al ser humano, tiene la mayor densidad de observatorios astronómicos de investigación del mundo.

La exploración visual registra la extensa llanura desértica, el inmenso cielo cargado de puntos luminosos, los grandes artefactos científicos, sumada a una lectura etnográfica e informacional a partir de pantallas de computador que traducen datos en composiciones digitales de textos e imágenes de una realidad exterior que para nosotros resulta abstracta.

La segunda proyección presenta imágenes de células anormales detectadas durante los diagnósticos de cáncer cérvico uterino. Estas imágenes son parte del trabajo desarrollado por la madre del autor, quien es tecnóloga médica y que desde hace medio siglo observa minuciosamente las diferencias entre imágenes de células sanas y enfermas. Aquí no hay computadora ni procesamiento de datos que reemplace a la experiencia humana en la labor –casi podríamos decir, artesanal– de auscultación y comparación de las imágenes.

Ambas imágenes no se pueden definir verbalmente, pues se trata de un conjunto de valores y medidas abstractas que requieren de particulares lenguajes científicos para ser descritas. Permiten así que la relación entro lo micro y lo macro se disuelva, y así las inscripciones de enfermedades y muerte se confunden con constelaciones, cielos y galaxias. Se trata de una paradoja epistemológica, donde utilizamos un sistema de notación simbólica producido por el ser humano para experimentos que nos alejan cada vez más de la realidad, y que nos ratifica que cuanto más conocemos de algo, es menos fácil explicarlo, posiblemente porque llegamos a un límite en el lenguaje y eso lleva a una dificultad para explicar la realidad.

Las imágenes científicas fluyen dentro de una composición sonora, realizada también por el autor, que produce una convergencia entre ambas imágenes, produciendo una “tercera imagen” –en este caso acústica– de sonidos urbanos que buscan transportar al espectador a las calles de Chile durante las manifestaciones por el estallido social. La obra de Enrique Ramírez confluye entre la exploración visual y sonora y muchos de sus proyectos recogen la importancia del sonido como articulador y constructor de la realidad social.

El mar, otro elemento persistente a lo largo de la obra del autor, genera un nuevo efecto de contraste frente a las células sanas y enfermas, ejerciendo la función de un canvas para la representación poética de la inmensidad, el misterio y la infinitud.  El mar también produce imágenes abstractas, vistas casi como las fractálicas olas de los dibujos de Hokusai. Pese a su complejidad, el mar nos resulta menos distante que el cosmos o las células humanas, adquiriendo un potencial mágico en contraposición a la tierra firme, que es el espacio para la articulación social y la desigualdad del que muchas veces queremos escapar. Sin embargo, la diferencia es que la imagen repite mecánicamente momentos que nunca más podrán percibirse existencialmente.

Activaciones sonoras

A partir de la exposición Cámara Lúcida el artista Enrique Ramírez invitó a una serie de artistas sonoros y multimedia a realizar sesiones de experimentación a modo de pequeños conciertos que no sólo interactúan con la obra expuesta, sino que además buscan apropiarse de la sala de exposición y recorrer diferentes sonoridades, detonantes y posibilidades que expande el campo auditivo.