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Reseña / 13 Mar — 2021

Mónica Bengoa

Textiles y fotografías en la Sala de Arte CCU

La nueva muestra individual de la artista Mónica Bengoa en la Sala de Arte CCU, está compuesta de una serie de trabajos recientes en los que, desde la situación de encierro y distancia social derivadas de la pandemia, ha incorporado el paisaje y el texto como problema central en la imagen, tanto desde sus aspectos formales como desde su temática.

Se trata de obras en las que la artista chilena, representada por Aninat Galería, continúa con el uso de la literatura como elemento que, junto con la investigación en torno a la fotografía y la utilización de medios manuales vinculados al trabajo textil, se ha mantenido constante en sus más de 25 años de producción artística.

Una producción que, en palabras de la investigadora Lorena Amaro, surge “en un contexto absolutamente excepcional, anómalo, el de un encierro prolongado, que nos obliga a pensar la misma palabra ‘exposición’: ¿exponer qué, exponerse a qué?”.

“Sin un ápice de literalidad, el arte de Bengoa, colmado de sutilezas, hace el ejercicio de calar en la materia del encierro, pacientemente, horadando los lugares comunes de la imagen con otros lugares, solo aparentemente comunes, de la cotidianidad. No abandona sus obsesiones: la exploración de materiales como el burel o el dispositivo fotográfico, la refinada atención en el mundo de las plantas, las propuestas sobre la materialidad de la palabra y su traducción, los modos de aparición de lo grande y de la miniatura, la imagen que se trata de otras imágenes y de sus superposiciones y, claro, la observación de esos blancos, esos paisajes anodinos de la vida que son precisamente aquellos que, desde su humildad, su misma evanescencia, nos permiten vivir e intensificar lo extraordinario”, dice Amaro en el texto que acompaña a la muestra.

En De lo que iba a ser, pero no fue; lo que no imaginé pero sí sucedió, y el intento de ajuste entre todo eso, la artista pone en obra el lenguaje de lo contradictorio, lo inconcluso, lo abierto y lo ausente, a través de la actividad intelectual (nunca cerrada del todo) que traslada y nos invita a jugar con los significados, y de la actividad manual, que recorta, acota, traza materialmente palabras que serán adheridas a las cortezas, a las superficies, como una costra del mundo.

Entrar en contacto con las obras de Mónica Bengoa en el contexto actual invita a pensar en las traducciones también como pasos entre mundos, entre formas de ver y formas de aparecer, en las relaciones entre hospedadores y hospedados, en contaminaciones, en las relaciones tentaculares que un ecosistema en crisis nos obliga a repensar, con alcances no solo narrativos, también éticos y estéticos.

Las obras de Mónica Bengoa funcionan como finas membranas; los calados que hace en las telas horadan la relación con lo real, el ojo hecho todo párpados, pliegues y despliegues en un tiempo de espera interminable. Quizás lo más sorprendente del trabajo de Mónica Bengoa sea que la fina y bella ejecución de cada pieza, su elocuente y programática levedad, haya sido urdida sobre un entramado ausente.

“El acceso a la imagen no acontece de manera aislada”, escribe Marı́a José Delpiano sobre trabajos anteriores de Bengoa, “sino en un entramado más complejo que la sitúa y significa. Esta red no pretende, sin embargo, ser totalizadora ni ‘holı́stica’, sino más bien parece insistir en su carácter fragmentario, parcial y arbitrario. Y aunque la voluntad taxonómica resulta innegable, las acumulaciones y yuxtaposiciones de fotografı́as permiten una visualización pluricentral, donde no existe un sistema único ni lógico de recorrido y observación”.