Por Domingo Martínez
Le globe terrestre est couvert de volcans qui lui servent d’anus.
Bien que ce globe ne mange rien, il rejette parfois au dehors le contenu de ses entrailles. (…)
C’est ainsi que l’amour s’écrie dans ma propre gorge
Georges Bataille, L’anus solaire
En el segundo tomo de sus Esferas, Sloterdijk se quejaba de un humanismo (léase, la filosofía mainstream) empeñado en la imposibilidad de superar la diferencia entre boca y ano (cito de memoria, el capítulo se llama Autocoprofagia), entre lo que expulsa y lo que ingiere. Recordé esta idea a propósito de la obra I wish you would kiss me like you eat my ass —¿puede un ano besar como una boca? ¿Es el ano una segunda boca y la boca un segundo ano?
La búsqueda de este agujero ideal que supera la diferencia que acabo de señalar, acompañada por la búsqueda de otras simultaneidades afines, parece ser una preocupación central en esta muestra de Nicolás Astorga. Everything hurts también hiere aquello que causa placer, lo que parece quedar suficientemente claro en el statement del artista: todo duele, a pesar de que el autor del texto confiesa haber completado su venganza contra una vieja traición. También herir hiere, tal como una Sharp tongue (words like blades) dejaría ensangrentada su boca—una persona deslenguada acaba sin lengua.
La boca sin lengua, la boca que no puede hablar, quizás sea el primer paso para llegar a este agujero ideal y completo, My hole, punto de origen de la muestra y también agujero negro hacia el cual parecen verse arrastradas todas las demás obras que ensayan, exploran e insisten, de distintas maneras, sobre la cuestión de la mutilación, pero sutilmente y lejos del gore. Y es que la sangre o ya fue removida, como en las taxidermias Vermin (alimaña) y The Nine of Swords (Self-Portrait), o ya se secó, como sugiere el color rojo oscuro de la impresión, como sangre seca en una toalla, en Fire mark y I wish you could…
La idea de la mutilación como espectáculo y celebración sacrificial es superada para convertirse en asunto de contemplación y meditación, como en ciertas representaciones de martirios en el cristianismo medieval y colonial americano, o en algunas tragedias—pienso en la Medea de Séneca, obra escrita sólo para ser leída y no representada.
Me detengo en el otro “centro” de la exposición, The Nine of Swords (Self-Portrait), la taxidermia de un caballo, animal del que dijo Bataille que, por su “forma noble y correctamente calculada (…), puede afirmarse que sin duda es una de las expresiones más acabadas de la idea [en el pensamiento griego], en el mismo grado, por ejemplo, que la filosofía platónica o la arquitectura de la Acrópolis”.
El caballo de este autorretrato no es sin embargo una idea completa: es solo medio caballo, por lo que podría ser considerado como una idea a medias, sumergida y apenas asomándose en la superficie (o hundiéndose en ella). Esta situación del caballo, no mostrándose de cuerpo entero, podría enlazarse a un sentimiento de vergüenza—entendida como el sentimiento que impulsa a no mostrarse o exponerse—, como podría sugerir lo que el artista dice hacia el final de su statement: “My head is so big that I always thought I looked like a horse”.
Esta vergüenza, este deseo de no mostrarse, se encuentra en la referencia explícita a la carta del tarot en el título—en cuya imagen se evoca la interrupción del sueño por la reemergencia de aquello que no debe mostrarse—y, más remotamente, en el cuerpo del caballo atravesado con espadas que remite al ícono de San Sebastián con su cuerpo herido por flechas—cuya imagen ha sido leída como una alegoría de dolor por un deseo que debe ser reprimido, una situación comparable a un martirio.
Entendida como ese impulso de irse hacia dentro, hacia el propio agujero interior, la vergüenza se muestra como un repliegue hacia lo íntimo, un momento necesario en la configuración de la subjetividad que da lugar a la obra de arte—un agujero que expulsa y que traga.
Pero las interpretaciones las dejo hasta aquí. Después de todo, no es mi idea hacer name dropping, y el mismo artista—cuando me invitó a escribir sobre estos trabajos mientras íbamos camino a una fiesta llamada Sein (“Ser”)—exigió que este texto debía ser un desborde emocional, que ojalá ventilara detalles de su vida, a los que también podría agregar rumores, y que incluso podría hablar pestes sobre él si era necesario.
Contra sus deseos, me quedo en silencio, y miro al fondo del agujero.
Everything Hurts, de Nicolás Astorga, se presentó del 2 al 27 de diciembre de 2021 en Bistro 21, Hermann-Liebmann-Straße 88, Leipzig, Alemania