Puede ser difícil trazar la genealogía de todos esos actos mínimos en los que se apoya nuestra existencia. Son palabras, gestos, pequeñas acciones, objetos triviales que, sin que lo notemos, forman el sustrato del cual brota todo el resto de aquello que se considera relevante en la vida. Justamente, la motivación implícita de la exposición Formas de lo invisible parte de ese descubrimiento mínimo, para reconocer el valor de lo que ha sido dejado de lado, aplastado bajo el peso de la inconcebible normalidad.
Pedro Donoso
¿Podríamos decir que el arte es una forma de comunicación? Podríamos decir, tal vez, que es comunicación. Durante un momento indefinible, en una sala de exposición, se produce un intercambio entre objetos, situaciones, escenificaciones y esxs visitantes que, al acercarse, perciben, participan, acogen e imaginan la propuesta expuesta. En su base más elemental, es una relación entre cuerpos y ciertos objetos o situaciones Es también el hallazgo de una historia, de una memoria que resiste dormida en esas cosas.
Así, cuando hablamos de «comunicación», el arte dispone una experiencia de encuentro. No podemos anticipar sus resultados. A veces, la obra expuesta se completa mediante distorsiones, añadidos o infiltraciones, ampliando su significado hacia otros campos. De ahí que, a la hora de volver a montar una exposición, se reabran interrogantes sobre las posibilidades de intercambio y encuentro en un escenario diferente. Ese recorrido es el que ha experimentado Formas de lo invisible.
El proyecto tuvo su primera versión en noviembre de 2023, en la sala CECAL de la Universidad de Concepción, como parte de la selección de Bienalsur en Chillán. En esta muestra, las artistas Jimena Brescia (AR), Virginia Guilisasti (CL) y Gimena Castellón Arrieta (AR/CL) desarrollaron un montaje concebido para, en palabras del curador Pedro Donoso, “trazar la genealogía de esos actos mínimos en los que se apoya nuestra vida”.
«Al poner al descubierto y dar forma al poder contenido en estos gestos y acciones invisibles, se provoca también una pequeña emancipación […] Allí el poder recae, insospechadamente, entre quienes menor peso ostentan», escribe Donoso.
Cada propuesta de montaje se centró en rescatar esos gestos menores que pasan prácticamente desapercibidos y que, sin embargo, constituyen una especie de arsenal para la lucha diaria: desde caminar hasta trenzar el cabello. Este rescate equivale al levantamiento de una memoria insospechada, materializada en obras confeccionadas con materiales de uso cotidiano, lejos de lo suntuoso: cartón, felpa o restos de ciudad, como ocurre en el caso de la instalación de Jimena Brescia.
“Trabajo con materiales que recojo, que forman parte de un ciclo de descarte y han tenido varias vidas previas. Yo decido asignarles nuevas vidas», explica Brescia. «Algunos provienen de la industria de la construcción, otros de mi entorno cercano. Me interesa pensar la vida como un ciclo de energía material y espiritual, e intento entender qué energía yace en los elementos que empleo”.
Lo familiar y lo extraño se entrelazan en sus piezas, dispuestas en la sala como vestigios de una arqueología afectiva. Los gestos trazados por otras manos, aún presentes sobre los restos materiales, sugieren la huella de una relación íntima ahora perdida.
¿Qué ocurre al trasladar esos materiales y gestos desatendidos de un contexto a otro? ¿Qué memoria se les asigna? ¿Cómo se transforma la energía de estas “formas de lo invisible”, de estas memorias relegadas?
Estas preguntas resuenan ahora que Formas de lo invisible se expone en el Museo de Arte Contemporáneo de Salta, en el norte de Argentina, gracias al apoyo del Fondo Nacional de las Artes. Desde el 4 de octubre, las obras ocupan la sala principal del museo. Una gran ventana permite a los transeúntes contemplar estas piezas y detenerse frente a una pantalla donde se proyecta la obra Acto I: Curación, de Jimena Brescia, un video que muestra a performers recorriendo un edificio abandonado mientras despliegan gestos corporales inesperados.
Dentro de la sala, detrás del monitor, una gran pared blanca exhibe Tiempo de espera, de Virginia Guilisasti, una obra textil compuesta por 2.160 trenzas confeccionadas manualmente por participantes de un proyecto colaborativo, que reunió a mujeres de diversas localidades, tanto en Chile como en Salta, para elaborar trenzas que evocan un gesto realizado por una madre migrante haitiana desde Chile para recordar a su hija lejana en su tierra natal.
Escribe el curador Pedro Donoso: «Coirón, fieltro, algodón, huiros, ¡intestinos animales incluso! Desdeñables en sí mismos, estos materiales cobran fuerza por el trabajo colectivo que evoca el mismo gesto de una madre que trenza el cabello de su hija cada mañana para conservarla en la memoria. Un gesto nada importante… aunque totalmente fundamental para sostener el afecto materno filial durante el ‘tiempo de espera’”.
En este dispositivo de recuento, el número de trenzas representa cada uno de los días transcurridos durante los seis años de separación entre madre e hija, y su disposición fue definida por los estudiantes y colaboradoras que participaron en el montaje. Guilisasti explica: “Cada participante tomó este sentimiento de evocación y lo traspasó internamente, trenzando sus propias memorias con materiales escogidos por ellas. Por eso, cada trenza representa un pedacito de las distintas memorias que se unen en un gran relato plural”.
La memoria se construye entre todxs, se trenza en relatos y testimonios, en actos compartidos. Volvemos entonces a la palabra «comunicación», entendida como la acción de poner algo en común. “Común” y “acción” se combinan para comprender la práctica artística como un proceso continuo de encuentro entre personas, objetos y memorias.
A veces, lo que se pone en común es una historia muy personal. Gimena Castellón Arrieta evoca una narrativa familiar en torno a unos zapatos que habrían pertenecido a su abuela. Ahora su imagen ampliada a gran formato luce en una de las salas del MAC en Salta, como testimonio de un recuerdo íntimo: una ficción familiar que, de no haber sido recogida, habría desaparecido. “Me interesan las narrativas que podrían perderse en el relato de la historia oficial”, comenta Castellón Arrieta.
La artista otorga presencia al cartón, material de uso diario que suele ser empleado como contenedor para el traslado de mercancías. A través de un trabajo cartonero, por así llamarlo, alude a la vida de un material que une el consumo con la pobreza: ese envoltorio que descarta el comercio yace cada tarde en las veredas de la ciudad como un recurso de vida para quienes no tienen nada.
En Formas de lo invisible, el cuerpo se convierte en el espacio donde convergen lo físico y lo emocional. Según Pedro Donoso, el cuerpo actúa como un umbral de conexión con el mundo, donde sensaciones como peso, dureza, suavidad, dolor y amor se manifiestan en gestos y acciones cotidianas.
En el caso de Jimena Brescia, su obra explora el cuerpo en interacción directa con el entorno. En su video Curación, el cuerpo protagoniza una coreografía íntima en espacios en demolición, donde se confronta con volúmenes, texturas y ruinas, resaltando cómo los elementos físicos del entorno influyen en la experiencia corporal.
Por su parte, Gimena Castellón Arrieta utiliza el cuerpo como símbolo de persistencia y resistencia política. En obras como Nada me une a mí mismo, el acto de caminar se transforma en una escenificación que reivindica la fuerza de avanzar frente a la adversidad. Los movimientos de su cuerpo, por ejemplo, sobre una laguna o cargando peso, evocan imágenes de esfuerzo y voluntad sostenida.
Finalmente, en el trabajo de Virginia Guilisasti, el cuerpo se manifiesta a través de su ausencia. Su instalación Tiempo de espera convierte la trenza en un símbolo táctil y afectivo, evocando el contacto perdido con un ser querido. La ausencia física de la hija lejana se materializa en este gesto, transformándose en una representación poderosa de la conexión emocional y el anhelo.
La sala del museo se convierte así en un espacio de gestación donde los materiales rescatados, mediante prácticas de cuidado, se ofrecen como palabras latentes para la elaboración de cada visitante. Como una narración abierta, esas obras pueden entonces seguir irradiando su poder mínimo, transformando lo cotidiano en una nueva experiencia. Es esta resistencia, que esquiva jerarquías y valora los elementos más simples de la vida diaria, la que define el espíritu de Formas de lo invisible: dar visibilidad a lo que normalmente está invisibilizado.
FORMAS DE LO INVISIBLE
Artistas: Jimena Brescia, Virginia Guilisasti, Gimena Castellón-Arrieta
Curador: Pedro Donoso
Museo de Arte Contemporáneo de Salta, Argentina
Hasta el 30 de noviembre de 2024
Artículo publicado originalmente en Artishock.