El trabajo de la artista chilena Voluspa Jarpa ha indagado en la capacidad de revertir las condiciones de censura prevalentes en los documentos más comprometedores de nuestra historia. A partir de la desclasificación llevada a cabo en los Estados Unidos a propósito del golpe de estado de 1973 contra el presidente chileno Salvador Allende, la artista comienza una muy sofisticada discusión acerca de la legibilidad del archivo.
Jarpa da cuenta de la relevancia del soporte, de su condición compositiva y, por lo tanto, de la materialidad que detenta el documento político. No obstante, la artista se interesa por la porción negativa, ocupa lo aparentemente ilegible o vacío, para enfatizar que el archivo es sobre todo un problema material, un dispositivo en el que el soporte resulta no solo relevante, útil o vehicular, sino simplemente definitivo. A fin de cuentas, el trabajo de Jarpa descarta que el archivo sea un mero dispositivo de extracción.
Por el contrario, su obra destaca que el archivo constituye una materia que requiere de un soporte no solo para ser legible, sino sobre todo para asentar aquello que resulta ilegible, aquello que ya no puede ser leído, aquello que la historia no podrá relatar nunca, pero que paradójicamente está inscrito en él, está contundentemente presente, es absolutamente visible. El archivo es, a todas luces, un problema de peso.
Atraída por la masiva desclasificación sucedida en Estados Unidos durante el gobierno de Bill Clinton, Jarpa se sorprende de su condición material. Es decir, la artista se percata de la abrumadora presencia de tachas, esas bandas oscuras utilizadas para velar aquellos contenidos comprometedores que permanecen ocultos pese a su desclasificación, aquello que quizá nunca pueda salir a la luz, aquello que continúa clasificado.
“Sufrí un segundo impacto debido a que muchos de estos documentos estaban tachados—párrafos y páginas completas borradas con líneas y bloques negros. Me conmoví por esa información borrada y, a su vez, por la Historia de Chile, aquella que sentí pequeña e insignificante desde esa borradura”. [1]
La artista comienza su indagación dando cuenta del proceso de irreversible expurgación del archivo. Sin embargo, a pesar de que su trabajo comience e incluso se argumente a partir de la violencia de lo tachado, de lo proscrito, de lo no mostrado y, por lo tanto, de aquello cercenado de la historia, lo que realmente enfatiza es que este mismo material tachado, al que quizá nunca tendremos acceso, sea capaz de recobrar su decibilidad pese a lo marcado con el signo de lo no decible; su legibilidad pese a ser estigmatizado con el signo de lo ilegible; su condición afirmativa pese a ser cercenado con el signo de lo tachado.
Es como si aquello que censurara la justicia y la verdad se volviera contra los perpetradores y fuera la única evidencia, ya no de la censura —de la violencia a la que han sido sometidos los cuerpos y documentos—, sino de la opacidad con la que paradójicamente se puede leer mejor y, diría, escribir mejor el pasado. La artista revela las más complejas dimensiones y los alcances de las oscuras lagunas de la historia [2].
Porque el trabajo de Voluspa Jarpa practica una pedagogía de la banda negra, de esta tacha que —al destacarse sobre el texto revelado, al volverse imagen nítida— logra exponer las conexiones y prácticas que se inscriben en el documento, ya no como mero obstáculo o contingencia, sino como parte fundamental de la historia que abarca. Estas geometrías opacas, al volverse imágenes legibles, descontinúan la condición de exterioridad de la tacha, es decir, se vuelven intrínsecas a todo documento y, por supuesto, a todo archivo.
Propongo que más bien el trabajo de Jarpa plantea que estas tachas van mucho más allá del secreto, la vigilancia y la restricción de acceso a información comprometedora: son capaces de dar cuenta cómo se estructura el estado de excepción, cómo se relata la trama de la historia, cómo se ejerce el permiso para narrar, tal como Edward Said lo concibió [3], y más aún, cómo se compone el archivo, no solo aquel vestido de tachas, sino todo archivo. Las bandas negras, entonces, registran las pistas necesarias para programar el ensamblaje que el archivo requiere, para acercarse a producir el relato proscrito de nuestra difícil historia.
Y dar cuenta de la opacidad de este archivo lleva a la artista a discutir el campo del arte de los 60 y 70, dominado por el Minimalismo estadounidense. El Minimalismo y la intervención de Estados Unidos en Chile parecen asociarse, entonces, a partir de lo que aquí llamo la política de la forma. Pensemos que este trabajo enhebra el abstraccionismo geométrico y el monocromo con el documento atroz, que en principio comparten temporalidad, aparecen simultáneamente.
La obra de Jarpa activa las relaciones políticas que pasan por la forma entre la obra de artistas como Frank Stella o Donald Judd y los documentos desclasificados. Las coincidencias formales entre arte minimalista y documento descalificado sugieren una continuidad entre estética y política, y enfatizan una asociación que solo puede detectarse cuando se entiende como política de la forma. Es decir, la forma devela la complicidad epocal entre la estética y las políticas imperiales de Estados Unidos de los 60 y 70.
Asimismo, tal correspondencia también devela la capacidad del trabajo de Jarpa de encontrar, en las bandas oscuras de los desclasificados —en la transformación que la contingencia censora hace finalmente posible, es decir, en la manera en que la información se vuelve imagen—, una materia que resulte legible más allá de su pura condición de borradura, de su formulación como accidente de la historia.
Porque la artista chilena rechaza invitarnos a descifrar aquello que está por debajo de la tacha, ni siquiera a especular sobre lo que podría reposar allí, sino a situar un nuevo abecedario opaco cuya opacidad permita leer aquello que detentan pero que también exceden los propios documentos. Las bandas oscuras son incluso más elocuentes, son capaces de revelar mucho más de lo que decía el propio documento desnudo.
Y dar cuenta de que esas bandas que revelan a la vez que ocultan se enfrenta a las relaciones productivas que hicieron posible su condición de materia: me refiero a los dispositivos de producción de estos mismos documentos. Con sus ensamblajes, Voluspa Jarpa propone penetrar en las materias responsables de su escritura. Cuando aborda los documentos desclasificados de la Guerra Fría, la artista llega hasta los confines más profundos de las máquinas de escribir que posiblemente produjeron los documentos ahora desclasificados para tratar de leer, en sus teclas engarrotadas por el tiempo, en sus empastados tipos y rodillos, eso que en un momento remoto ellas imprimieron, eso que aún está incrustado y atorado en los dispositivos de producción documental.
Por ejemplo, en la pieza Artilugio Historia la artista intercepta tres materiales: documentos desclasificados, libros quemados y un cuño de metal con tipos de acero de imprenta analógica que no componen palabra inteligible. Este ensamblaje que transforma la función destructiva y obstructiva de la historia —la censura de los documentos, la quema de libros típica de la razón totalitaria y la intervención y clausura de las imprentas— se vuelve un dispositivo de producción de sentido que logra esquivar aquello que lo obstruye para entonces presentarse como una novedosa máquina de guerra [4].
El impresionante trabajo de Voluspa Jarpa hace posible exponer las maneras en que la obstrucción, la destrucción y la censura se vuelven productivas y componen no solo el aparato represivo del estado sino la arquitectónica que administra su memoria. La banda negra del documento desclasificado se vuelve ejercicio fundador para investigar los eventos políticos más radicales: desde los planes de asesinato a líderes políticos en América Latina o la vigilancia a intelectuales postestructuralistas durante la Guerra Fría, hasta el estallido de Chile de 2019 y el trauma ocular de todo un país. A fin de cuentas, Voluspa Jarpa hace del documento tachado, que luego devendrá en el ojo tachado de las protestas chilenas, el principio legible de su muy compleja política de la forma.
VOLUSPA JARPA: POLÍTICA DE LAS FORMAS
La Oficina, Morenes Arteaga 9, Madrid
Del 14 de septiembre al 23 de noviembre de 2024
Artículo publicado originalmente en Artishock.